Mundo Linóleo
Desde Cricklewood para todo el planeta

Paseando con mi nariz

Creo recordar que alguna vez se comentó que habría cines con olores, la verdad es que intentando hacer una experiencia total quizás se pasen de inventiva. Porque si sale en pantalla un campo de flores, a todo el mundo le apetecerá olerlo, pero si hay un cadáver putrefacto en una mesa de forense no quiero ni pensar en los gestos del publico asistente, alguno incluso pota allí mismo. Mejor que el cine lo dejen como esta.

Hablaba con mi amigo Ernesto que cuando uno viaja a algún sitio, debes poner todos sus sentidos en alerta para después recordarlo todo con intensidad. Yo decía que intentaba recordar los sonidos de una ciudad, el decía que se fijaba en los olores. Pensándolo bien también por la nariz se recuerdan los sitios. A veces no coincide con el tópico, pero generalmente si.

Madrid en el centro huele a bocata de calamares, a ese aceite fritangoso que sale a borbotones por el extractor de los bares de la plaza mayor, si es que tienen extractor. Y por mucho que digan que están malos mucha gente, a mi me encantan, creo que cuanto más cutre mejor sabe. Mi cuñado Charlie cuenta que flipó en su primer viaje a Madrid, siendo bachiller, de las torres de calamares que se ven desde la calle en los bares del centro.

Cuando estuve en Paris, paseando por detrás del Sagrado Corazón, percibí que París huele a mantequilla, se debe a que la usan para hacer las crepes por la calle y echan mantequilla en esa especie de disco donde las hacen, también huelen así los croissant que se saborean en París. Nuestra amiga Claire nos dijo que cuando vivió en Madrid echaba de menos el sabor de esa mantequilla francesa con la que hacen el croissant. Que los que hacemos aquí saben distinto y es verdad.

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Ayer en la televisión vi que los turcos han creado en España un sin fin de restaurantes de comida rápida de kebab. Y es verdad que su olor es característico. Donde más noté que olía a döner fue en el barrio de Kreutzberg, en Berlín, allí conté casi 10 restaurantes de este tipo seguidos, el olor del cordero recalentado se te mete en la pituitaria varios días.

No he estado en esa plaza grande del zoco de Marrakech, pero solo de verla por la tele, con todos esos puestos de comida abiertos noche y día, me imagino solo de pensarlo la cantidad olores que se deben sentir allí, impresionante.

Como decía aquel anuncio tonto que parecía hecho por Ágata Ruiz de la Prada ¿a que huelen las nubes?

8 respuestas to “Paseando con mi nariz”

  1. Todo Marruecos huele distinto. A veces muy bien. A té con hierbabuena. La mágica Estambul o India huelen también de forma inolvidable. Eso no se queda en las fotos

  2. Qué rico el té con hierbabuena por cierto.

    Ya inventarán la cámara que capta también olores…

  3. Nunca te ha pasado que has ido a lugares por primera vez y sientes aromas que se te hacen sumamente familiares, son esos lugares a los que no sabes si regresaras pero sientes que podrias estar alli toda la vida.

  4. Nunca olvidaré la cantidad de aromas que percibí cuando salí de la boca de metro de Candem…

  5. Hostia tú, tenemos que volver a Candem. Si pudiera compraba un avión y metíamos a la banda «Noe and The Caesars» y demás amigos y montábamos un concierto allí 🙂

  6. Jeje sería realmente cojonudo… 😉

    Noe and The Caesars live at Candem.

  7. Joder Macho!!! te voy a llamar FlashBack-Gordon.Cada vez que te leo, me teletransportas al pasado de un modo u otro.Será por que ya no somos unos niños y tenemos bastantes cosas que recordar y por que no, que explicar ;D
    No tengo documento fotográfico digital, pues fue uno de mis primeros viajes, hace ya bastante tiempo y solo dispongo de diapositivas y papel, pero la perfecta descripción que haces de los olores concuerda al 100%100 con la Plaza Jama El fena de Marrakech.
    Guardo en mi memoria casi todos los olores de donde he estado, así como piedra y arena o tierra, pero lo de Jama El fena , es incomparable.Cuando abrimos la maleta al llegar a casa, un pedacito de Marrakech vino con nosotros, nos miramos a la cara y pensamos lo mismo, volveremos.
    Que maravilloso placer, es contemplar dicha plaza a cualquier hora del día, desde la terraza del Cafe París tomando una taza de té Marroquí.Aunque el momento estelar sea al atardecer, cuando los puestos de zumo de naranja dejan paso a la avalancha de puestecitos de comida, pinchitos, cordero a brasa, pescado, Kefta kebap, cous cous, harira, e infinidad de recursos gatronómicos…que hacen rebosar la plaza de olores, murmullos, colorido y exotismo, a las puertas de la entrada principal del Gran Zoco.Todo ello adornado con la luz tenue de los farolillos de gas, en la oscuridad serena, espectáculos cirsenses, de danza y música, encanatdores de serpientes y tatuadoras de Henna, amenizado con la solemnidad y la respetuosa llamada a la oración desde los altavoces situados en lo más alto de las mezquitas……Es sin lugar a dudas, abrumador, te sientes un pequeño Indiana Jones de pacotilla, contemplando tanto exotismo, misterio y aventura…..
    Siento ser tan pesado…..me pongo a escrbir y no paro….I´m Sorry 🙂
    Una cosa más, cuando abro la puerta de un armario que tengo en la cocina, en la que guardo especias de Marrakech, todavía hoy recuerdo esa plaza y a la familia que nos invitó a comer a su casa, en el suelo, sin cubiertos, lavándonos las manos previo comienzo en una palangana y jarra de plata del Siglo XV, escuchando historias de sus antepasados, ofreciéndonos todo lo que tenian disponible, solo por pasar un buen rato y disfrutar de dos culturas amigas, pese a quien pese.

  8. Que gran momento describes Julio. Los marroquíes son muy hospitalarios. Tú no te cortes y escribe todo lo que quieras, da gusto leerte.


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